En una tarde pintada de ámbar me encuentro en un maravilloso y pintoresco rincón deleitando un café expreso en compañía de amigos, el café “Maruja”, te invita a levantar la vista y apreciar el diario trajín de la Plaza Principal de Valladolid, Yucatán; una hermosa ciudad en donde el tiempo parece detenerse.
Semejando una postal colonial, me remonto a la época virreinal entre monumentales edificaciones con sus características tan distintivas y el cálido trato de los vallisoletanos. Una ciudad de “chispas” de movimientos sociales que iniciaron el camino hacia la Revolución Mexicana en 1910. Una ciudad llena de cultura, amabilidad y sobre todo pasión; donde los “Romeo y Julieta” yucatecos no podían faltar: Leonel y Berenguela, una historia de amor narrada en “El Filibustero” de Eligio Ancona.
Hoy en día, la ciudad ha tratado de mantener su arquitectura colonial, claramente plasmada en la Plaza Cívica, a pesar de no un testimonio certero de su majestuosidad en aquella época, vale la pena esta oportunidad para transmitirles mis recomendaciones del lugar.
Valladolid se encuentra a 150 km de Mérida, actual capital de Yucatán y a similar distancia de Cancún, capital turística del Estado de Quintana Roo. Se ubica en el centro de la Península de Yucatán y a estratégica distancia de importantes zonas arqueológicas como: Chichen-Itzá, Ek Balam y Tulum; las grutas de Balamkanché y el cenote Ik’kil son lugares que te dejarán sin aliento.
Tomo un sorbo más de café y con la mirada fija en los arcos del edificio cívico, imagino el cotidiano andar de un siglo cargado de pasión revolucionaria donde la majestuosidad de la Catedral entre muros de rocas ancestrales, albergó a fieles y clérigo de la época. A lo lejos, puedo ver un fraile de la orden franciscana recorriendo los pasillos del Convento de San Bernardino de Siena, bañados por una tenue luz del atardecer que pinta de rosa todas sus paredes.
Estas exquisitas visiones imaginarias viven gracias al ambiente que se respira en una ciudad colonial como Valladolid; un mágico lugar al alcance de nuestras manos.
Sin darme cuenta, mi café se ha terminado, me cuesta abandonar este maravilloso rincón, a pesar del deseo de continuar soñando despierto acompañado de este ambiente colonial.
Espero encontrarlos pronto admirando estas calles empedradas que albergan tanta historia, y sí cuento con la suerte de topármelos, no duden que les invitaré un café en este pintoresco rincón.
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